Se llamaba Cayetano Antonio Ripoll, gabía nacido en Valencia el año 1.778.
Era maestro de escuela y fue condenado, el último condenado por la Junta de Fe de la diosesis de Valencia, un organismo parecido a la Inquisición, que estuvo presidido por el arzobispo Simón López.
Fue acusado de no creer en los dogmas católicos, condenado a muerte y ahorcado el 31 de julio de 1.826.
El arzobispo justificó la ejecución de Cayetano con una frase: Dios quiera que sirva de escarmiento para unos y de lección para otros.
Aunque la verdaderamente última persona ejecutada por la Inquisición fue una mujer, en Sevilla el año 1.781 y se llamaba María Dolores López, que fue estrangulada a garrote vil y después su cadáver arrojado a la hoguera.
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