Era el 1 enero del año 1820 cuando el general Rafael de Riego y Flores se alzó e hizo que triunfara su conspiración al proclamar en las Cabezas de San Juan, la Constitución del año 1812 y consiguió además que lo apoyaran en Zaragoza, Pamplona, A Coruña, Barcelona y Cádiz.
Esta trama consiguió que las
puertas de las cárceles se abrieran para los liberales, que se encontraban
presos y que el rey reconociera la Constitución del año 1812.
Claro, que como las cabras tiran
al monte y Fernando VII, al absolutismo, el 1 de octubre del año 1823, tres años después, decidió que se había
hartado de la Constitución, condenó a muerte a todos los diputados y
personalidades liberales, empezando por el general Rafael Riego, que fue
ahorcado, no consintiéndose que fuese fusilado para aun humillarlo más, el día 7
de noviembre de 1823, en la madrileña
plaza de la Cebada, terminando así el llamado Trienio Liberal y comienza
la llamada Década Ominosa o segunda restauración del absolutismo.
A él debemos el llamado Himno de
Riego, que en un principio era el que cantaba la columna que mandaba el teniente
coronel Riego tras la insurrección y que después fue utilizado como himno
nacional durante el Trienio Liberal, en la Primera República y en la Segunda
República.
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