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lunes, 9 de enero de 2023

¿Existió Curro Jiménez?

Preparando alguna cosilla para los blog de las Mil Historias, en Internet me encontré con la serie de hace unos años Curro Jiménez, y me vino a la mente si Curro Jiménez existió en realidad, así que ya tenemos toda la mañana buscando e indagando la respuesta, y he aquí lo que encontré:
¿Existió el bandolero Curro Jiménez?
Con ese nombre y en la fecha en que lo pone la serie de televisión, no existió, sino que hay alguien en el que parece que está inspirado, en el llamado Barquero de Santillana.
¿Quién fue ese famoso barquero?
Parece ser que el barquero tenía el nombre de Andrés López Muñoz, y nació en Cantillana,  Sevilla, el año 1819.
¿Llegó a ser barquero, Andrés?
Parece  ser que el negocio de la barca que cruzaba el río Guadalquivir era el que tenía el padre, y pensaba heredar el hijo, pero he aquí que cuando su padre enfermó y falleció, y cuando pensaba encargarse de la barcaza, el ayuntamiento o algún miembro del Ayuntamiento decidió que  fuese despojado de los derechos de arriendo sobre la misma a favor de otro, ocasionando la ira de Andrés.
¿Cuándo se convirtió en bandolero?
Se cuentan dos hechos que pudieron ocasionar que Andrés se tirase al monte:
Uno es que el hecho que perdiera la concesión de la barca que tenía su padre
El segundo es que tuviese una enemistad con el alcalde, se cuenta que por tener una relación con la novia del hijo del alcalde, este y dos primos suyos le dieron una paliza y él se vengó, matándolos a navajazos y huyendo al monte.
¿Luchó contra los franceses Andrés?
No. Eso es una de las tantas licencias que se permitieron los guionistas de la serie de televisión. Es imposible que luchase, teniendo en cuenta que la guerra con los franceses fue del año 1808 hasta 1814, y él nació el año 1819.
¿Era Andrés el bandolero generoso que aparece en la serie de televisión?
No. Era simplemente un bandolero, que robaba tanto a ricos como a pobres en los campos de Andalucía.
¿Cuándo falleció “Curro Jiménez”?
Al encontrarse en busca y captura y con una recompensa por su entrega, fue delatado y abatido por la Guardia Civil al mando de Francisco del Castillo, en el pueblo de Posadas el 6 de noviembre del año 1849, siendo enterrado en el cementerio de esa ciudad, en una tumba con la lápida sin nombre.

En la prensa de la época he encontrado algunas noticias sobre este personaje, que os transcribo:
El Clamor público. 13/10/1849
Los habitantes de las cercanías de Sevilla están en la mayor consternación por los excesos de una cuadrilla de malhechores activos y osados, aunque no numerosos, capitaneados por el célebre forajido Andrés López, hijo del barquero de Cantillana.
Fugado de presidio hace siete u ocho mases, anunció su regreso con el asesinato de tres mercaderes de paños a dos leguas y media de la capital en el mes de abril. Varios son los robos que desde entonces ha cometido en la provincia, y uno de los principales se verificó el mes anterior con un rico labrador de Peñaflor, último pueblo de la provincia, a orillas del Guadalquivir, confinante con la de Córdoba; por cuyo rescate dio su angustiada mujer treinta mil reales, que era todo el dinero que tenía. Envalentonado con tan buen éxito, ha llegado su audacia a amenazar a uno de los más ricos y respetables labradores de la capital, cuya hacienda dista medía legua de ella, y se extiende hasta dos y media por las ricas vegas del Betis.
Imposible parece que con una administración tan cara por el extraordinario exceso de empleados en todos los ramos y un ejército tan numeroso se cometan impunemente estos crímenes y hayan de vivir los ciudadanos sin gozar de la quietud y del sosiego que un buen gobierno debiera proporcionarles, en cambio de los inmensos sacrificios pecuniarios que les exige.
No basta solo que los tribunales administren justicia con inflexible rigor, no es suficiente que impongan severas penas a los delincuentes; menester es que las autoridades se dediquen con incansable afán a evitar los delitos por medios directos e indirectos y se consagren exclusivamente a salvar a las provincias que gobiernan del terrible azote que las amenaza para el próximo invierno con robos, fechorías y asesinatos.
El Observador  23/10/1849
Lora del Río (Córdoba) 7 de octubre.
Escandaloso es lo que hace tiempo está pasando en este partido judicial. El célebre Andrés López Muñoz (alias el Barquero), natural de Cantillana, desertor de presidio, y de una conducta corrompida desde que lo es, trae a contribución a todas las personas de algún tener de los pueblos de este partido, especialmente del de su naturaleza, donde ha exigido a varios, en distintas sumas, hasta la de unos mil duros, quemando porción de pajares de los propietarios que no han respondido a sus exorbitante exigencias.
En otros pueblos ha cometido semejantes excesos, y en esta semana ha estado dos noches en este y tiene aterrado su vecindario en términos, que ninguno se atreve a salir de casa, con especialidad desde las ocho a las doce de la noche, porque llega su audacia al extremo de entrar en las casas para hacer sus exacciones por medio de la amenaza, acompañado de su único compañero llamado Negrete.
El Heraldo 17/11/1849
Los diarios de Sevilla publican algunos interesantes pormenores sobre el exterminio de la partida de bandoleros, mandada por el Barquero de Cantillana. Comisionado el oficial Castillo por aquella autoridad para perseguirlo, el día 6 del actual recibió aviso de que en la hacienda de Fuente-luenga estaban cercados unos cuantos hombres sospechosos, y a los pocos momentos tiene la conciencia de que los cercados eran Andrés López y tres más de su partida: en el momento el teniente Castillo sale a escape con su infantería, que le sigue a pocos pasos. Llegado al punto, le señalan una casilla, donde decía hallarse encerrados los malhechores, y tomando las disposiciones convenientes para evitar la fuga, uno de los guías se abalanzó a dicha casilla, y observó había cuatro hombres, tres dormidos y uno que velaba. Al ver la aparición de aquel hombre, el ladrón vigilante le disparó el trabuco, sin hacerle daño, y despierta a los demás; el guía también disparó su arma, habiendo muerto al que intentó matarlo: a esto los demás que habían despertado hacían fuego sobre el guía, y la fuerza que cercaba la casilla no se movió de su puesto.
Entonces el comandante Castillo se adelanta y llama al Barquero por su nombre, y le contesta una voz que no era la suya intimándole la rendición, que quisieron eludir con frívolos pretextos, con el fin de que la noche se aproximase para emprender la fuga. Reiterada la intimación para que se entregasen, saliendo sin armas de Ia casa, al fin lo hicieron, pero con ellas, y haciendo frente al comandante, disparan los trabucos, sin que causasen lesión a nadie los tiros, y poniéndose en fuga para ganar el terreno inmediato, que era bastante escabroso, no quisieron detenerse a la voz de “¡alto!” que se les repitió varias veces para que se entregasen. Todo fue inútil, y una de las secciones que iba más inmediata hubo de hacerles una descarga, de la que los tres prófugos quedaron muertos.
En seguida se registró Ja guarida en que los bandidos se habían encerrado, y entre paja se encontró un cadáver, que fue inmediatamente reconocido ser el de Andrés López Muñoz (n) el Barquero de Cantillana; en la misma casa se hallaban cuatro caballos y dos trabucos que pertenecían al difunto. Conducidos los cadáveres a Cantillana, fueron reconocidos de nuevo, y resultaron ser los de Andrés el Barquero, de dicho pueblo; Manuel González (a) el Gallego, natural de Monteagudo y vecino de Málaga; Antonio Pérez (a) Gerena, natural de Cantillana; y Juan Uylivarrena (a) el Navarro, natural de Sales y vecino de Sevilla.
La Nación 22/11/1849
Captura de ladrones
Los diarios de Sevilla publican algunos interesantes pormenores sobre el exterminio de la partida de bandoleros, mandada por el Barquero de Cantillana. Comisionado el oficial Castillo por que la autoridad para perseguirlo, el día 6 del actual recibió aviso de que en la hacienda de Fuente Lengua estaban cercados unos cuantos hombres sospechosos, y a los pocos momentos tiene la confidencia de que los cercados eran Andrés López y tres más de su partida: en el momento el teniente Castillo sale a escape con su infantería, que le sigue a pocos pasos. Llegado al punto, le señalan una casilla, donde decían hallarse encerrados los malhechores, y tomando las disposiciones convenientes para evitar la fuga, uno de los guías se abalanzó a dicha casilla, y observó había cuatro hombres, tres dormidos y uno que velaba. Al ver la aparición de aquel hombre, el ladrón vigilante le disparó a trabuco, sin hacerle daño, y despierta a los demás; el guía también disparó su arma, habiendo muerto al que intentó matarlo: á esto los demás que habían despertado hacían fuego sobre el guía, y la fuerza qué cercaba la casilla no se movió de su puesto.
Entonces el comandante, Castillo se adelanta y llama al Barquero por su nombre, y le contesta una voz que no era la suya; intimándole la rendición, que quisieron eludir con frívolos protestos, con el fin de que la noche se aproximase, para emprender la fuga.
Reiterada la intimación para que se entregasen, saliendo sin armas de la casa, al fin lo hicieron, pero con ellas, y haciendo trente al comandante, disparan los trabucos, sin que causasen lesión a nadie los tiros, y poniéndose en fuga para ganare terreno inmediato, que era bastante escabroso, no quisieron detenerse a la voz de “¡alto!” que se les repitió varias veces para que se entregasen. Todo fue inútil, y una de las secciones que iba más inmediata hubo de hacerles una descarga, de la que los tres prófugos quedaron muertos.
En seguida se registró la guarida en que los bandidos se habían encerrado, y entré paja se encontró un cadáver, que fue inmediatamente reconocido ser el de Andrés López Muñoz (a] el barquero de Cantillana; en la misma casa se hallaban cuatro caballos y dos trabucos que pertenecían al difunto. Conducidos los cadáveres a Cantillana, fueron reconocidos de nuevo, y resultaron ser los de Andrés el Barqueros, de dicho pueblo; Manuel González (a) el Gallego, natural de Monteagudo y vecino de Málaga; Antonio Pérez (a) Gerena, natural de Cantillana, y Juan Ulivarrena (a) el Navarro, natural de Sales y vecino de Sevilla.
La Nación 9/12/1849
Vigilancia contra los ladrones
La que se ejerce en la provincia de Sevilla, dice un periódico de esta ciudad, no puede ser mayor. En pocos días se han visto desaparecer de ella los dos que habían adquirido gran fama por sus crímenes, y en su consecuencia el territorio ha quedado tranquilo.
Pero no se ha limitado a ellos solos las persecuciones de la autoridad, sino que la ha hecho extensiva a castigar a los auxiliadores y encubridores de aquellos, habiendo ya puesto a disposición del juzgado competente a José López y Antonio López, primos del difunto Andrés (el barquero de Cantillana), como cómplices de los atentados de su pariente.
«Los diarios de Sevilla publican algunos interesantes pormenores sobre el exterminio de la partida de bandoleros, mandada por el Barquero de Cantillana». Así comenzaba una de las decenas de noticias que, el 17 de noviembre de 1849, publicaba el diario « La Época». El hecho, que apenas ocupaba tres párrafos, casi se perdía entre la ingente maraña de letras y buenas nuevas. Sin embargo, su importancia no podía ser mayor para toda Sevilla. No en vano implicaba que la recién creada Guardia Civil había acabado de una vez por todas con uno de los grupos de cuatreros más crueles de la zona: el dirigido por Andrés López. Un cruel maleante más conocido a día de hoy como Curro Jiménez (el nombre erróneo que le otorgó la pequeña pantalla).
La caza de Curro Jiménez no fue baladí. De hecho, supuso una auténtica prueba para la Benemérita y para los hombres seleccionados para atraparle: el teniente de infantería Francisco del Castillo y el sargento primero de caballería Francisco Lasso. Ambos se vieron obligados a pasar frío y penurias en el monte hasta que lograron dar con el escondrijo del que se había convertido en un auténtico fantasma andaluz. La tarea, con todo, no pudo tener un final más satisfactorio para España entera y para el nuevo cuerpo. Y así lo dejaron patente diarios como « El Observador» en una noticia publicada el 9 de noviembre: «Este suceso ha venido a dar nuevo lustre y especial recomendación al celo infatigable de la Guardia Civil en guardar los más caros y vitales intereses de la sociedad».

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