¿Existió el bandolero Curro Jiménez?
Con ese nombre y en la fecha en
que lo pone la serie de televisión, no existió, sino que hay alguien en el que
parece que está inspirado, en el llamado Barquero de Santillana.
¿Quién fue ese famoso barquero?
Parece ser que el barquero tenía
el nombre de Andrés López Muñoz, y nació en Cantillana, Sevilla, el año 1819.
Parece ser que el negocio de la barca que cruzaba el
río Guadalquivir era el que tenía el padre, y pensaba heredar el hijo, pero he
aquí que cuando su padre enfermó y falleció, y cuando pensaba encargarse de la barcaza,
el ayuntamiento o algún miembro del Ayuntamiento decidió que fuese despojado de los derechos de arriendo
sobre la misma a favor de otro, ocasionando la ira de Andrés.
Se cuentan dos hechos que
pudieron ocasionar que Andrés se tirase al monte:
Uno es que el hecho que perdiera
la concesión de la barca que tenía su padre
El segundo es que tuviese una
enemistad con el alcalde, se cuenta que por tener una relación con la novia del
hijo del alcalde, este y dos primos suyos le dieron una paliza y él se vengó, matándolos
a navajazos y huyendo al monte.
¿Luchó contra los franceses Andrés?
No. Eso es una de las tantas
licencias que se permitieron los guionistas de la serie de televisión. Es
imposible que luchase, teniendo en cuenta que la guerra con los franceses fue
del año 1808 hasta 1814, y él nació el año 1819.
¿Era Andrés el bandolero generoso
que aparece en la serie de televisión?
No. Era simplemente un bandolero,
que robaba tanto a ricos como a pobres en los campos de Andalucía.
¿Cuándo falleció “Curro Jiménez”?
Al encontrarse en busca y captura
y con una recompensa por su entrega, fue delatado y abatido por la Guardia
Civil al mando de Francisco del Castillo, en el pueblo de Posadas el 6 de
noviembre del año 1849, siendo enterrado en el cementerio de esa ciudad, en una
tumba con la lápida sin nombre.
El Clamor público. 13/10/1849
Los habitantes de las cercanías
de Sevilla están en la mayor consternación por los excesos de una cuadrilla de
malhechores activos y osados, aunque no numerosos, capitaneados por el célebre forajido
Andrés López, hijo del barquero de Cantillana.
Fugado de presidio hace siete u
ocho mases, anunció su regreso con el asesinato de tres mercaderes de paños a
dos leguas y media de la capital en el mes de abril. Varios son los robos que
desde entonces ha cometido en la provincia, y uno de los principales se verificó
el mes anterior con un rico labrador de Peñaflor, último pueblo de la
provincia, a orillas del Guadalquivir, confinante con la de Córdoba; por cuyo
rescate dio su angustiada mujer treinta mil reales, que era todo el dinero que tenía.
Envalentonado con tan buen éxito, ha llegado su audacia a amenazar a uno de los
más ricos y respetables labradores de la capital, cuya hacienda dista medía
legua de ella, y se extiende hasta dos y media por las ricas vegas del Betis.
Imposible parece que con una
administración tan cara por el extraordinario exceso de empleados en todos los
ramos y un ejército tan numeroso se cometan impunemente estos crímenes y hayan
de vivir los ciudadanos sin gozar de la quietud y del sosiego que un buen gobierno
debiera proporcionarles, en cambio de los inmensos sacrificios pecuniarios que
les exige.
No basta solo que los tribunales
administren justicia con inflexible rigor, no es suficiente que impongan
severas penas a los delincuentes; menester es que las autoridades se dediquen
con incansable afán a evitar los delitos por medios directos e indirectos y se
consagren exclusivamente a salvar a las provincias que gobiernan del terrible
azote que las amenaza para el próximo invierno con robos, fechorías y
asesinatos.
Lora del Río (Córdoba) 7 de
octubre.
Escandaloso es lo que hace tiempo
está pasando en este partido judicial. El célebre Andrés López Muñoz (alias el
Barquero), natural de Cantillana, desertor de presidio, y de una conducta
corrompida desde que lo es, trae a contribución a todas las personas de algún
tener de los pueblos de este partido, especialmente del de su naturaleza, donde
ha exigido a varios, en distintas sumas, hasta la de unos mil duros, quemando
porción de pajares de los propietarios que no han respondido a sus exorbitante
exigencias.
En otros pueblos ha cometido
semejantes excesos, y en esta semana ha estado dos noches en este y tiene
aterrado su vecindario en términos, que ninguno se atreve a salir de casa, con
especialidad desde las ocho a las doce de la noche, porque llega su audacia al extremo
de entrar en las casas para hacer sus exacciones por medio de la amenaza, acompañado
de su único compañero llamado Negrete.
El Heraldo 17/11/1849
Los diarios de Sevilla publican
algunos interesantes pormenores sobre el exterminio de la partida de bandoleros,
mandada por el Barquero de Cantillana. Comisionado el oficial Castillo por aquella
autoridad para perseguirlo, el día 6 del actual recibió aviso de que en la
hacienda de Fuente-luenga estaban cercados unos cuantos hombres sospechosos, y a
los pocos momentos tiene la conciencia de que los cercados eran Andrés López y
tres más de su partida: en el momento el teniente Castillo sale a escape con su
infantería, que le sigue a pocos pasos. Llegado al punto, le señalan una casilla,
donde decía hallarse encerrados los malhechores, y tomando las disposiciones
convenientes para evitar la fuga, uno de los guías se abalanzó a dicha casilla,
y observó había cuatro hombres, tres dormidos y uno que velaba. Al ver la
aparición de aquel hombre, el ladrón vigilante le disparó el trabuco, sin hacerle
daño, y despierta a los demás; el guía también disparó su arma, habiendo muerto
al que intentó matarlo: a esto los demás que habían despertado hacían fuego
sobre el guía, y la fuerza que cercaba la casilla no se movió de su puesto.
Entonces el comandante Castillo
se adelanta y llama al Barquero por su nombre, y le contesta una voz que no era
la suya intimándole la rendición, que quisieron eludir con frívolos pretextos,
con el fin de que la noche se aproximase para emprender la fuga. Reiterada la intimación
para que se entregasen, saliendo sin armas de Ia casa, al fin lo hicieron, pero
con ellas, y haciendo frente al comandante, disparan los trabucos, sin que
causasen lesión a nadie los tiros, y poniéndose en fuga para ganar el terreno
inmediato, que era bastante escabroso, no quisieron detenerse a la voz de “¡alto!”
que se les repitió varias veces para que se entregasen. Todo fue inútil, y una
de las secciones que iba más inmediata hubo de hacerles una descarga, de la que
los tres prófugos quedaron muertos.
En seguida se registró Ja guarida
en que los bandidos se habían encerrado, y entre paja se encontró un cadáver,
que fue inmediatamente reconocido ser el de Andrés López Muñoz (n) el Barquero
de Cantillana; en la misma casa se hallaban cuatro caballos y dos trabucos que
pertenecían al difunto. Conducidos los cadáveres a Cantillana, fueron
reconocidos de nuevo, y resultaron ser los de Andrés el Barquero, de dicho
pueblo; Manuel González (a) el Gallego, natural de Monteagudo y vecino de
Málaga; Antonio Pérez (a) Gerena, natural de Cantillana; y Juan Uylivarrena (a)
el Navarro, natural de Sales y vecino de Sevilla.
La Nación 22/11/1849
Captura de ladrones
Los diarios de Sevilla publican
algunos interesantes pormenores sobre el exterminio de la partida de bandoleros,
mandada por el Barquero de Cantillana. Comisionado el oficial Castillo por que
la autoridad para perseguirlo, el día 6 del actual recibió aviso de que en la hacienda
de Fuente Lengua estaban cercados unos cuantos hombres sospechosos, y a los
pocos momentos tiene la confidencia de que los cercados eran Andrés López y
tres más de su partida: en el momento el teniente Castillo sale a escape con su
infantería, que le sigue a pocos pasos. Llegado al punto, le señalan una casilla,
donde decían hallarse encerrados los malhechores, y tomando las disposiciones
convenientes para evitar la fuga, uno de los guías se abalanzó a dicha casilla,
y observó había cuatro hombres, tres dormidos y uno que velaba. Al ver la
aparición de aquel hombre, el ladrón vigilante le disparó a trabuco, sin
hacerle daño, y despierta a los demás; el guía también disparó su arma,
habiendo muerto al que intentó matarlo: á esto los demás que habían despertado hacían
fuego sobre el guía, y la fuerza qué cercaba la casilla no se movió de su
puesto.
Entonces el comandante, Castillo
se adelanta y llama al Barquero por su nombre, y le contesta una voz que no era
la suya; intimándole la rendición, que quisieron eludir con frívolos protestos,
con el fin de que la noche se aproximase, para emprender la fuga.
Reiterada la intimación para que
se entregasen, saliendo sin armas de la casa, al fin lo hicieron, pero con
ellas, y haciendo trente al comandante, disparan los trabucos, sin que causasen
lesión a nadie los tiros, y poniéndose en fuga para ganare terreno inmediato,
que era bastante escabroso, no quisieron detenerse a la voz de “¡alto!” que se
les repitió varias veces para que se entregasen. Todo fue inútil, y una de las
secciones que iba más inmediata hubo de hacerles una descarga, de la que los
tres prófugos quedaron muertos.
En seguida se registró la guarida
en que los bandidos se habían encerrado, y entré paja se encontró un cadáver,
que fue inmediatamente reconocido ser el de Andrés López Muñoz (a] el barquero
de Cantillana; en la misma casa se hallaban cuatro caballos y dos trabucos que
pertenecían al difunto. Conducidos los cadáveres a Cantillana, fueron
reconocidos de nuevo, y resultaron ser los de Andrés el Barqueros, de dicho
pueblo; Manuel González (a) el Gallego, natural de Monteagudo y vecino de Málaga;
Antonio Pérez (a) Gerena, natural de Cantillana, y Juan Ulivarrena (a) el
Navarro, natural de Sales y vecino de Sevilla.
La Nación 9/12/1849
Vigilancia contra los ladrones
La que se ejerce en la provincia
de Sevilla, dice un periódico de esta ciudad, no puede ser mayor. En pocos días
se han visto desaparecer de ella los dos que habían adquirido gran fama por sus
crímenes, y en su consecuencia el territorio ha quedado tranquilo.
Pero no se ha limitado a ellos
solos las persecuciones de la autoridad, sino que la ha hecho extensiva a
castigar a los auxiliadores y encubridores de aquellos, habiendo ya puesto a disposición
del juzgado competente a José López y Antonio López, primos del difunto Andrés
(el barquero de Cantillana), como cómplices de los atentados de su pariente.
«Los diarios de Sevilla publican
algunos interesantes pormenores sobre el exterminio de la partida de
bandoleros, mandada por el Barquero de Cantillana». Así comenzaba una de las
decenas de noticias que, el 17 de noviembre de 1849, publicaba el diario « La
Época». El hecho, que apenas ocupaba tres párrafos, casi se perdía entre la
ingente maraña de letras y buenas nuevas. Sin embargo, su importancia no podía
ser mayor para toda Sevilla. No en vano implicaba que la recién creada Guardia
Civil había acabado de una vez por todas con uno de los grupos de cuatreros más
crueles de la zona: el dirigido por Andrés López. Un cruel maleante más
conocido a día de hoy como Curro Jiménez (el nombre erróneo que le otorgó la
pequeña pantalla).
La caza de Curro Jiménez no fue
baladí. De hecho, supuso una auténtica prueba para la Benemérita y para los
hombres seleccionados para atraparle: el teniente de infantería Francisco del
Castillo y el sargento primero de caballería Francisco Lasso. Ambos se vieron
obligados a pasar frío y penurias en el monte hasta que lograron dar con el
escondrijo del que se había convertido en un auténtico fantasma andaluz. La
tarea, con todo, no pudo tener un final más satisfactorio para España entera y
para el nuevo cuerpo. Y así lo dejaron patente diarios como « El Observador» en
una noticia publicada el 9 de noviembre: «Este suceso ha venido a dar nuevo
lustre y especial recomendación al celo infatigable de la Guardia Civil en
guardar los más caros y vitales intereses de la sociedad».
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